Yacimientos Arqueológicos

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Yacimientos Arqueológicos

La zona ha sido poblada desde la más remota antigüedad, teniendo atestiguado silos de almacenamiento y cuevas artificiales calcolíticas con restos de enterramientos colectivos en su interior acompañados con sus correspondientes ajuares funerarios, tanto cerámicos como líticos.

Durante la época romana esta misma área estuvo densamente poblada, existiendo en un perímetro de unos 500 metros suficientes vestigios de esta presencia.

Tres inscripciones conocidas de época romana incluye el término Olaurensis como topónimo de Olaurum, y no Olaura.

El asentamiento del cerro del Hachillo demostró la existencia de restos edilicios ibéricos que posteriormente fueron ocupados por los romanos. A mediados del siglo I d.C., sus habitantes bajaron a poblar la vega y la campiña. Olaurum se encontraba en uno de los nudos de comunicación de la Bética, en la ruta que comunicaba Híspalis, Corduba y Astigi con la población costera de Malaca.

Durante la llamada Antigüedad Tardía, en torno a los siglos IV-VII de nuestra era, la sociedad se ruraliza, y a los núcleos de población estable sigue una gran dispersión por el campo mediante formas de explotación del terreno muy características, las llamadas villae, de las que tenemos un buen número en el término de Lora de Estepa.

La falta de fuentes de época islámica nos impide conocer cómo sería el desarrollo de la zona durante este periodo, pero tras la conquista, y durante varios siglos, al menos hasta la conquista de Antequera en 1410, el territorio quedó prácticamente despoblado, formando parte de lo que se conoció como "banda morisca", escenario de acciones militares de uno y otro bando.

Las tierras pertenecientes al actual término de Lora de Estepa formaron parte, desde 1267, de la encomienda de la Orden de Santiago radicada en Estepa. Una vez enajenadas por la Corona las posesiones de dicha encomienda los reyes inician los trámites para su venta al mejor postor.

Las primeras noticias de lo que podríamos llamar la Lora moderna las tenemos en los documentos del siglo XVI, cuando pasada la guerra de Granada, el Concejo de la villa de Estepa se empieza a dotar de instrumentos para la administración del territorio o cuando finalmente se hace la tasación de éste para su posterior venta a los futuros marqueses. Será la riqueza en aguas las que propiciará una especial atención por parte de los Marqueses de Estepa como lugar residencial.

La casa marquesal influiría notablemente en el desarrollo material de las villas y lugares de sus términos, y en ellos llegarían a plasmar no sólo sus planes económicos y sociales, sino también sus inquietudes humanísticas y eruditas, que no eran sino su modo de apropiarse de un territorio para establecer cauces de arraigo y promoción en la escala nobiliaria.